Raqfei: una nueva vida, lo que yo te diga
Quedan escasos cuatro días para hacer una presentación en público de algunos trabajos que he realizado recientemente junto con Hexu Etaisu, miembro activo de la resistencia especializado en acontecimientos sociales. El acontecimiento me tiene algo nervioso, pero puede ser la antesala de otra serie de intervenciones que, aunque me estresen y las acabe maldiciendo, en el fondo me apetecen, eso sí, a mi ritmo.
Llevo ya varios días dedicándome casi por completo a los placeres simples (de hecho, esta actuación del viernes próximo será quizás el último de mis placeres complejos), y me va mejor.
Fue un placer verte el sábado. Podemos afirmar que nuestros encuentros son cada vez más escasos y eso me duele levemente. Ya me viste: creo que he cambiado algo, pero ni por asomo he sido nunca ese ente burócrata y formal que vendiste a muchos de tus amigos y que fabricaste para justificar tus aparentes incapacidades. Ni una cosa ni la otra, chaval, jamás fui tan formal ni tú tan incapaz. En este último sentido, cada vez te veo más "capaz". Una lástima que no esté disfrutando yo en directo de tu nueva visión del mundo a la que, sin duda, creo haber contribuido.
Me gusta explotar lo más sensual de mí mismo, y tengo miedo de que se trate, de nuevo, de una compensación de carencias afectivas. Fue una lástima desatender al kioskero; al menos me hubiese gustado hablar con él.
Todo esto te lo digo mientras recuerdo aquella figura que hice casualmente con los restos de comida de mi último menú de Ikea...¿será un presagio de los intereses a los que me estoy dirigiendo últimamente?.
Seguimos en contacto.
Llevo ya varios días dedicándome casi por completo a los placeres simples (de hecho, esta actuación del viernes próximo será quizás el último de mis placeres complejos), y me va mejor.
Fue un placer verte el sábado. Podemos afirmar que nuestros encuentros son cada vez más escasos y eso me duele levemente. Ya me viste: creo que he cambiado algo, pero ni por asomo he sido nunca ese ente burócrata y formal que vendiste a muchos de tus amigos y que fabricaste para justificar tus aparentes incapacidades. Ni una cosa ni la otra, chaval, jamás fui tan formal ni tú tan incapaz. En este último sentido, cada vez te veo más "capaz". Una lástima que no esté disfrutando yo en directo de tu nueva visión del mundo a la que, sin duda, creo haber contribuido.
Me gusta explotar lo más sensual de mí mismo, y tengo miedo de que se trate, de nuevo, de una compensación de carencias afectivas. Fue una lástima desatender al kioskero; al menos me hubiese gustado hablar con él.
Todo esto te lo digo mientras recuerdo aquella figura que hice casualmente con los restos de comida de mi último menú de Ikea...¿será un presagio de los intereses a los que me estoy dirigiendo últimamente?.
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